CO2: Teruel se asusta por el anuncio de reducir las emisiones de CO2 en las centrales térmicas
CO2: Teruel se asusta por el anuncio de reducir las emisiones de CO2 en las centrales térmicas.
Mientras, en Buenos Aires concluye la cumbre del Clima, la primera que se celebra con la entrada en vigor del protocolo de Kyoto, un compromiso de los países industrializados en reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, entre el 2008 y el 2012, a un nivel no inferior al 5% del registrado en 1990.
Debemos padecer amnesia respecto al programa MINER, una inyección económica para reconvertir el sector energético basado en la minería del carbón, que ofrece la oportunidad de volver a reconducir nuestro modelo de desarrollo hacia formas sostenibles.
Olvidamos que la inversión en reducir las emisiones de SO2 (dióxido de azufre) ha podido solucionar el problema local generado por la lluvia ácida; no obstante el Gobierno de Aragón sigue invirtiendo en intentar encontrar causas al deterioro del Pinar del Maestrazgo, donde el Cierzo hace chocar el penacho de la Térmica de Andorra. Nada que ver con el problema global de liberación de CO2 a la atmósfera, causa del efecto invernadero responsable del cambio climático en el Planeta.
El Gobierno de Aragón no ha hecho los deberes para prever nuestro compromiso internacional. En vez de asumir su responsabilidad lanza la alarma del coste social que puede suponer la reducción de horas de funcionamiento de la Central Térmica de Andorra, y olvida señalar el coste ambiental que supone explotar el lignito turolense. No informa de que la energía eléctrica producida marcha hacía los polos industriales vecinos donde se acumula la riqueza, origen del éxodo de población de Teruel durante el último siglo. No hace mención al proceso de privatización de la empresa afectada. Quizás, debería releer el trabajo sociológico de la década de los setenta El Bajo Aragón expoliado, coordinado por Mario Gaviria.
La producción de electricidad con fuentes renovables, no esta exenta de otros efectos ambientales. No es alternativa si los kilovatios incorporados a la red general, no son sustitutos de los producidos por fuentes no renovables. Si no se produce un cambio del modelo desarrollista, surgido tras la segunda guerra mundial, sumido en el despilfarro y sustentando sobre fuentes energéticas con un coste económico barato, en el que no se añade su coste medioambiental; no exportable al conjunto de la humanidad, sin el riesgo de acelerar agotar los recursos o aumentar los efectos negativos sobre la atmósfera.
Negarnos a reducir CO2, supone no pensar en un futuro para todos. Es apostar por satisfacer las necesidades inmediatas del llamado primer mundo, sin base de sustentabilidad sobre el que se fundamenta el programa de la Unión Europea de Medio Ambiente o la Cumbre para la Tierra celebrada por la Naciones Unidas en Río de Janeiro.
Ángel Marco Barea
Ecologista
Mientras, en Buenos Aires concluye la cumbre del Clima, la primera que se celebra con la entrada en vigor del protocolo de Kyoto, un compromiso de los países industrializados en reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, entre el 2008 y el 2012, a un nivel no inferior al 5% del registrado en 1990.
Debemos padecer amnesia respecto al programa MINER, una inyección económica para reconvertir el sector energético basado en la minería del carbón, que ofrece la oportunidad de volver a reconducir nuestro modelo de desarrollo hacia formas sostenibles.
Olvidamos que la inversión en reducir las emisiones de SO2 (dióxido de azufre) ha podido solucionar el problema local generado por la lluvia ácida; no obstante el Gobierno de Aragón sigue invirtiendo en intentar encontrar causas al deterioro del Pinar del Maestrazgo, donde el Cierzo hace chocar el penacho de la Térmica de Andorra. Nada que ver con el problema global de liberación de CO2 a la atmósfera, causa del efecto invernadero responsable del cambio climático en el Planeta.
El Gobierno de Aragón no ha hecho los deberes para prever nuestro compromiso internacional. En vez de asumir su responsabilidad lanza la alarma del coste social que puede suponer la reducción de horas de funcionamiento de la Central Térmica de Andorra, y olvida señalar el coste ambiental que supone explotar el lignito turolense. No informa de que la energía eléctrica producida marcha hacía los polos industriales vecinos donde se acumula la riqueza, origen del éxodo de población de Teruel durante el último siglo. No hace mención al proceso de privatización de la empresa afectada. Quizás, debería releer el trabajo sociológico de la década de los setenta El Bajo Aragón expoliado, coordinado por Mario Gaviria.
La producción de electricidad con fuentes renovables, no esta exenta de otros efectos ambientales. No es alternativa si los kilovatios incorporados a la red general, no son sustitutos de los producidos por fuentes no renovables. Si no se produce un cambio del modelo desarrollista, surgido tras la segunda guerra mundial, sumido en el despilfarro y sustentando sobre fuentes energéticas con un coste económico barato, en el que no se añade su coste medioambiental; no exportable al conjunto de la humanidad, sin el riesgo de acelerar agotar los recursos o aumentar los efectos negativos sobre la atmósfera.
Negarnos a reducir CO2, supone no pensar en un futuro para todos. Es apostar por satisfacer las necesidades inmediatas del llamado primer mundo, sin base de sustentabilidad sobre el que se fundamenta el programa de la Unión Europea de Medio Ambiente o la Cumbre para la Tierra celebrada por la Naciones Unidas en Río de Janeiro.
Ángel Marco Barea
Ecologista
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