El saneamiento en la General Motors y el sindicalismo español
Antonio Doctor Romero
Rebelión
El jueves pasado, 14, la dirección de General Motors en Europa dio a conocer un plan de reestructuración de sus plantas de Opel en Europa, con una reducción prevista de 12.000 empleos del total de 62.000 que ahora tiene en activo. (Malabarismos del lenguaje economicista: El Heraldo le llama en la edición del día 19 "saneamiento", como si la Opel tuviese 12.000 apestados en sus plantas).
De inmediato se declaran en huelga espontáneamente los 9.500 trabajadores de la planta de Bochum (Alemania) que parece que va a ser una de las más afectadas. Ante la envergadura de la movilización, el sindicato alemán no tiene más remedio que apoyarlos, aunque sin olvidar de enviar mensajes de moderación. Hasta el día 19, que se redacta esta información permanece la huelga, que paraliza totalmente la producción, incluso de componentes para otras plantas. El apoyo crece por todas partes y hasta el presidente de la República Federal Alemana se solidariza con los huelguistas, según El Heraldo de Aragón del 19 de octubre. Una página Web alemana, que recoge los mensajes de solidaridad (http://www.labournet.de) se llena de mensajes de todas partes de Europa y otros países. En Alemania se considera una jugada de la dirección norteamericana, principal culpable de la situación en que se encuentra la empresa.
España es diferente. La noticia la reciben los trabajadores de la GM de Zaragoza en medio de los festejos del Pilar, cuando tienen toda la semana libre, para trabajar esos días el año que viene. Les aguaron la fiesta, y de seguro, no casualmente, sino preparado para que al volver a la fábrica ya estuvieran repuestos del impacto emocional inicial. A partir de ese jueves, los medios de comunicación abrieron sus micrófonos y sus páginas a comentar lo que para muchos aparece como una tragedia, sobre todo para los hipotecados, que no son pocos. No es para menos: El Mundo del día 20 nos dice que "El 60% de los españoles no podría afrontar sus gastos si se queda en paro".
A la palestra salieron entre el jueves y el martes siguiente, además de los políticos muy "preocupados", Juan Carlos Sánchez, presidente del Comité de Empresa de GM, Fernando Bolea, secretario de la UGT en GM, Fernández Buey, secretario Regional de CC OO y Julián Lóriz, Secretario General de UGT Aragón. La empresa calla durante esos días y deja el terreno libre a los editorialistas de los periódicos, los políticos y los sindicalistas, para que den la cara por ella.
Lo que unos y otros dicen (y lo que callan) provoca vómitos a cualquier sindicalista que se precie de tal. Lo más grave es que los "sindicalistas" mencionados no citan para nada la huelga de Bochum (naturalmente, en la página web citada no aparece ningún mensaje desde Zaragoza), como si no existiera, aunque el Heraldo viene informando de ella con grandes titulares. El mensaje de todos ellos es el mismo: Tranquilidad y moderación. Negociaremos y no permitiremos que haya despidos traumatizantes (los sindicatos como anestesistas). Sólo he encontrado un pequeño párrafo sensato en el Heraldo, que no viene de ningún sindicalista en activo: En la edición del día 19 escribe Plácido Díez en su columna "Con DNI": "¿cómo explicar que te aprietes el cinturón salarial, que apruebes prejubilaciones, que rebajes derechos sociales y, a cambio, te penalicen con la pérdida de empleos?". El contrapunto lo da Fernando Bolea diciendo que no son muchos 600 porque esperaba más. El resto, tonterías sin cuento: Que la Opel sabe hacer buenos coches, pero falla en su política de promocionarlos y venderlos, que la Dirección no ha sido previsora, etc.
En un comunicado a la plantilla del lunes 20 la UGT anuncia actos de protesta, colocando entre paréntesis para que quede bien claro "Huelga no". Y en las asambleas celebradas el martes con los trabajadores, cuando alguien apuntó tímidamente que pensaban de la huelga en Alemania, no se recataron en decir que esas medidas sólo sirven para agravar la situación.
¡Y que viva la solidaridad de clase!
Rebelión
El jueves pasado, 14, la dirección de General Motors en Europa dio a conocer un plan de reestructuración de sus plantas de Opel en Europa, con una reducción prevista de 12.000 empleos del total de 62.000 que ahora tiene en activo. (Malabarismos del lenguaje economicista: El Heraldo le llama en la edición del día 19 "saneamiento", como si la Opel tuviese 12.000 apestados en sus plantas).
De inmediato se declaran en huelga espontáneamente los 9.500 trabajadores de la planta de Bochum (Alemania) que parece que va a ser una de las más afectadas. Ante la envergadura de la movilización, el sindicato alemán no tiene más remedio que apoyarlos, aunque sin olvidar de enviar mensajes de moderación. Hasta el día 19, que se redacta esta información permanece la huelga, que paraliza totalmente la producción, incluso de componentes para otras plantas. El apoyo crece por todas partes y hasta el presidente de la República Federal Alemana se solidariza con los huelguistas, según El Heraldo de Aragón del 19 de octubre. Una página Web alemana, que recoge los mensajes de solidaridad (http://www.labournet.de) se llena de mensajes de todas partes de Europa y otros países. En Alemania se considera una jugada de la dirección norteamericana, principal culpable de la situación en que se encuentra la empresa.
España es diferente. La noticia la reciben los trabajadores de la GM de Zaragoza en medio de los festejos del Pilar, cuando tienen toda la semana libre, para trabajar esos días el año que viene. Les aguaron la fiesta, y de seguro, no casualmente, sino preparado para que al volver a la fábrica ya estuvieran repuestos del impacto emocional inicial. A partir de ese jueves, los medios de comunicación abrieron sus micrófonos y sus páginas a comentar lo que para muchos aparece como una tragedia, sobre todo para los hipotecados, que no son pocos. No es para menos: El Mundo del día 20 nos dice que "El 60% de los españoles no podría afrontar sus gastos si se queda en paro".
A la palestra salieron entre el jueves y el martes siguiente, además de los políticos muy "preocupados", Juan Carlos Sánchez, presidente del Comité de Empresa de GM, Fernando Bolea, secretario de la UGT en GM, Fernández Buey, secretario Regional de CC OO y Julián Lóriz, Secretario General de UGT Aragón. La empresa calla durante esos días y deja el terreno libre a los editorialistas de los periódicos, los políticos y los sindicalistas, para que den la cara por ella.
Lo que unos y otros dicen (y lo que callan) provoca vómitos a cualquier sindicalista que se precie de tal. Lo más grave es que los "sindicalistas" mencionados no citan para nada la huelga de Bochum (naturalmente, en la página web citada no aparece ningún mensaje desde Zaragoza), como si no existiera, aunque el Heraldo viene informando de ella con grandes titulares. El mensaje de todos ellos es el mismo: Tranquilidad y moderación. Negociaremos y no permitiremos que haya despidos traumatizantes (los sindicatos como anestesistas). Sólo he encontrado un pequeño párrafo sensato en el Heraldo, que no viene de ningún sindicalista en activo: En la edición del día 19 escribe Plácido Díez en su columna "Con DNI": "¿cómo explicar que te aprietes el cinturón salarial, que apruebes prejubilaciones, que rebajes derechos sociales y, a cambio, te penalicen con la pérdida de empleos?". El contrapunto lo da Fernando Bolea diciendo que no son muchos 600 porque esperaba más. El resto, tonterías sin cuento: Que la Opel sabe hacer buenos coches, pero falla en su política de promocionarlos y venderlos, que la Dirección no ha sido previsora, etc.
En un comunicado a la plantilla del lunes 20 la UGT anuncia actos de protesta, colocando entre paréntesis para que quede bien claro "Huelga no". Y en las asambleas celebradas el martes con los trabajadores, cuando alguien apuntó tímidamente que pensaban de la huelga en Alemania, no se recataron en decir que esas medidas sólo sirven para agravar la situación.
¡Y que viva la solidaridad de clase!
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